miércoles, 22 de febrero de 2012

Formas de volver a casa

   Formas de volver a casa:

  • Puedo volver en autobús, desde la lanzadera septentrional de Madrid. Son aproximadamente seis canciones. La selección es principalmente azarosa, sin embargo, es necesario una suerte de predisposición para que no acabe ejecutando la siguiente pista. No tengo un sitio preferente. Es posible que en el origen no determinase mi sitio en el autobús porque siempre lo tomaba cuando estaba parcialmente completo; actualmente se debe a la innoble actividad (sólo cuando es mencionada) de enamorarme de cualquiera que se deje un sitio libre una o dos filas más atrás. Es decir, no existe mi sitio en el transportador pero sí un criterio general para elegirlo. Es obvio que en caso de que exista pluralidad de vacantes me situaré próximo a la chica más atractiva. Me resulta abrumadoramente estético la postal de una mujer hermosa en un autobús, supongo que por la sencillez, por la fulguración del contraste entre la belleza y su soledad.


  • Puedo volver en metro. Prácticamente desde cualquier rincón de la geografía madrileña. El trayecto lo medía antiguamente en paradas pero no tardé en percatarme del tiempo medio entre cada estación. Se tornó imprescindible buscar otro sistema de medición, no es gustoso medir el tiempo en unidades temporales. Es atroz. Apareció, aunque no sabría separar la causa del efecto, mi afición por la literatura para solventar la encrucijada. El tiempo se medía en páginas. Veinte a mi universidad, catorce a la parada septentrional de autobuses, treinta y tres al origen de coordenadas del sistema-España. La elección de sitio sigue un modelo multivariable en función de la prisa (más cercano a la salida del andén de mi estación) o de la vacuidad del vagón (en caso de escasez de asientos me satisface cualquiera). Si ninguna de estas condiciones es determinante, opto por permanecer en frente de cualquiera de las puertas, para ver quién se convierte en compañero de viaje y quién deja de serlo.


  • Puedo volver en coche. Desde cualquier emplazamiento conectado con mi casa mediante una red sólida de carreteras. De todas formas, en la inmensa mayoría de los viajes el tiempo no excede de más de un programa de radio, a lo sumo dos, en caso de atravesar el máximo de minutos permitido hasta reiniciar el contador. Entiéndase que la duración común de un programa de radio a las horas en las que utilizo este medio es de sesenta minutos. Es probable que si vuelvo en coche sea yo quien conduzca pero tampoco es remota la posibilidad contraria. La elección del programa de radio cuando conduzco yo es extremadamente simple. Pruebo la emisora sintonizada en el dial uno, si no es afín a mi sensibilidad musical (porque es un canal dedicado en exclusiva a la música) cambio a la emisora sintonizada en el dial dos que es de tipo general. En caso de rechazo de esta alternativa paso directamente a la reproducción del cd insertado cualquier otro día. Nunca he sabido qué hay en el resto de diales. Huelga decir que en esta forma de volver a casa no hay criterio posible para la elección de asiento puesto que, en rigor, no se lleva acabo tal suceso.
  • Puedo volver andando a casa. Nunca me he planteado desde dónde podría volver andando a casa. No soy una persona que necesite subsistir a base de retos de ese estilo. Siendo exageradamente estrictos, ésta es la única forma que tengo de volver a casa puesto que los medios citados ut supra no me dejan en casa (dentro de ella) sino que es necesario caminar un tramo corto hasta llegar. Si despreciamos esta nimiedad, no es frecuente que vuelva andando a casa. Sólo en algún caso anormal donde proceda de algún lugar a menos de veinte minutos andando. Anormal porque vivo en un basto dominio residencial del extrarradio alejado del bullicio comercial y del trasiego habitual del núcleo urbano. El tiempo transcurrido cuando vuelvo a pie es irrelevante, no suelo tener ninguna aflicción especial por llegar a casa.
  • Puedo volver en taxi a casa pero nunca lo hago porque soy joven y tengo poco tiempo pero menos dinero.

Y ahora que reconozco cualquier forma de llegar a casa sopeso la opción de no volver nunca, de permanecer en la tuya para siempre o, por lo menos, hasta que pase este invierno que dura ya demasiados años.  

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